sábado, mayo 28, 2011

El poeta es un jugador (fragmento)

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Desde el momento en que la sensibilidad del hombre de nuestros días, excitada por un nuevo condicionamiento tecnológico y consecuentemente cultural, pasó a romper con los patrones neoclásicos del gusto y comportamiento, asimilando e incorporando a la praxis y también a las actividades del espíritu los materiales, elementos y conceptos de adquisición proporcionados por una realidad en permanente mutación, la noción de arte experimentó una reformulación que no cabría más dentro de los viejos esquemas académicos. Con la liberación siempre renovadora de los prospectos formales, a través de una postura artística que presenta como regla única de la creación su autonomía absoluta, se modifica fatalmente no sólo el lenguaje propio del arte, sino igualmente nuestra actitud ante su historia. Para una época que sanciona como elementos de la estructura, válidos como cualquier otros, lo insólito, lo aleatorio, lo informal, lo lúdico, es cierto que los paradigmas a recogerse del pasado creativo del hombre ya no podrán ser más que aquellos compenetrados con la sensibilidad, el modo de ver y el modo de expresar de nuestro tiempo. De ahí el significado que, bajo tal aspecto, asume el barroco, arte que anticipó –nunca está de más decirlo– mucho de la forma del arte moderno al introducir en la creación plástica la perspectiva en diagonal y la ilusión del movimiento, extendiendo también a la creación literaria, especialmente a la poesía, una idéntica diagonal del lenguaje y una equivalente sugestión cinética en el dinamismo de las imágenes. De todos los factores de correlación estilística entre el barroco y el arte moderno, es sin duda el acentuado aspecto lúdico de las formas verificadas en una y otra etapa de la evolución estética lo que más las aproxima, cuando son vistas bajo una crítica de sentido sincrónico. Así se explica el verdadero proceso de renovación de lectura por la que pasa hoy el texto del poeta jugador del barroco, delante del cual nuestra receptividad, estimulada por el envolvimiento lúdico del arte contemporáneo, se desenvuelve en el mismo grado de expectativa, de interés, de tensión bajo el que pactamos y extraemos, por ejemplo, tanto del juego conceptual del fingir poético de un Fernando Pessoa, como del juego de armazón dialéctica de un Joao Cabral de Melo Neto, o también, del juego gráfico visual de un Décio Pignatari –esto para no dejar de ajustar el paso con el presente y osado instante de la poesía del lenguaje. Por otro lado, a medida que la comunicación de masas, valiéndose de la eficacia y conjunción de sus medios e instrumentos, viabiliza un nuevo lenguaje de información no sólo referencial sino también estético, liquidando con su intención globalizadora los tabúes de los comportamientos estancos entre las formas artísticas e impulsando, por consiguiente, el proyecto de un arte total, ya se vuelve posible hablar de la figura–síntesis de un artista–jugador, de un artista capaz de expresarse jugando, simultáneamente, en la plenitud de una única partida creadora, con los más diversos materiales, signos y estructuras. Letras y símbolos, antes de tener una estricta función lingüística, se transforman, en sus manos en materia de trabajo plástico, de concepción no verbal, en cuanto recursos de naturaleza originariamente pictórica que se revierten en elementos estructurales de la escritura literaria y del lenguaje poético.

Affonso Ávila
“El poeta es un jugador”
en Sátiras y otras maledicencias, de Gregório de Matos.
Antología del poeta bahiano y textos críticos de Antonio Dimas, Affonso Ávila, Augusto de Campos, Joao Adolfo Hansen y Haroldo de Campos.
Selección y traducción: Gonzalo Aguilar y Juan Nicolás Terranova.
Corregidor, 2001.

2 comentarios:

Eme. Ge. dijo...

Irse.
Decidir
irse. O mejor, quedarse.
Porque es demasiado largo,
decidir. no hay paciencia.
Hay infinitos puntos, como en
el trayecto de Aquiles, o el de la flecha/ que nunca alcanzará la diana.
El irse
se divide en framentos,
la decisión en otras decisiones,
y éstas a su vez
se subdividen.

Irse:
salir de la ciudad, pero antes,
de una casa y antes aún,
de una habitación y para ello,
levantarse, ahí esta el problema,
levantarse, poner
orden entre los huesos
y cerrar el cuaderno previamente,
dejar de escribir.
¿Para qué? Sí: irse.
Irse quedó atrás. Se escribió
más arriba, o en la página anterior.

Eme. Ge. dijo...

¿adivinas?