sábado, enero 14, 2012

Poesía, etcétera: puesta a punto


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Odio a la poesía

. . . . —La pérdida de rumbo del verso tradicional, el fracaso de su «mantenimiento», el fracaso de sus «modificaciones», el fracaso de su destrucción a manos del verso libre, el de la posterior destrucción del verso libre, la «época de la variedad», el agotamiento de las formas de contar la destrucción de la tradición mediante diferentes formas de memorizar la tradición, cuanto las matemáticas del ritmo ayudan a desentrañar de la poesía llamada «moderna», todas esas cosas están acabando por llevar a una crisis que no es ya sólo crisis de versos: es odio a la poesía, tentación de negar la poesía, de eliminar la poesía.
. . . . Hay un vínculo natural entre, de un lado, la disolución de las relaciones privilegiadas que hace tiempo mantenían verso, prosa y lengua y, de otro, la angustia que reina en lo que respecta a la posibilidad misma de escribir y, ante todo, de escribir poesía.
. . . . El «odio a la poesía», el requerimiento por el que se intima a la poesía a que desaparezca, nacen, en primer lugar, del hundimiento de un sistema de referencias largo tiempo admitido de manera implícita por todo el mundo; en segundo lugar, de la imposibilidad, ya innegable después de más de un siglo de esfuerzos en tal sentido, de encontrar a cambio otro dotado de idéntico rango de muda universalidad, es decir, uno en el que la gente se reconociera sin tener conciencia de estarse reconociendo en él.
. . . . Al poeta, ha escrito el doctor Lacan en algún sitio con desdén, «se lo comen los versos (“les vers: versos/gusanos”)». Es cierto. Aunque no sólo a él. Y lo sabe. Pero ha cometido un pecado imperdonable. No ha guardado intacta «la vieja manera de decir» que no todo puede ser dicho. Por tal razón ha sido si no reducido al ostracismo, por lo menos condenado al silencio, puesto en ridículo. Y os echáis ciegamente en brazos de las «métricas de sustitución»: en los del psicoanálisis, por ejemplo.

. . . . —Yo no.
. . . . —No estaba hablando con usted.



Desaparición (comercial) de la poesía

. . . . —Con todo y eso.
. . . .—Es imposible que un libro de poesía tenga de inmediato muchos lectores. Se necesita tiempo para leerlo. Cada voz de poesía es singular, no es posible que sea completamente aceptable para muchos de manera simultánea, a menos que
. . . . a) se haya convertido en voz del pasado
. . . . b) se haya interpretado mal su sentido
. . . . c) lo sea porque transmite alguna otra cosa (algo que no puede ser dicho en ningún otro sitio, por estar prohibido).

. . . . De lo que resulta que aun cuando el conjunto de libros de poesía estuviera haciendo, globalmente, un buen papel comercial, cada poeta no podría hacerlo de manera individual y la poesía, en consecuencia, seguiría sin adaptarse ala situación actual.



Que la poesía es difícil (fragmento)

[...] La poesía ultracontemporánea presenta aún otra característica, que da origen a una dificultad real, muy distinta de lo que corrientemente se entiende por  dificultad (vocabulario, construcciones, formas, presentación, ideas,…): si se toma en consideración lo que representa la memoria, la hipótesis de la memoria implica que la poesía se adelanta a los cambios que se dan en la lengua (el tiempo de la poesía es también un futuro anterior), los anuncia, incluso es posible que participe en su eclosión.
. . . . Puesto que la poesía contiene el futuro de la lengua, la lengua parece rara, insólita, difícil, en la poesía del presente.
. . . . La lengua parece rara en la poesía ultracontemporánea porque en ella muestra ciertos rasgos propios de su futuro.
. . . . La lengua parece rara en la poesía ultracontemporánea porque en ella muestra rasgos olvidados de su pasado.
. . . . La poesía preserva el pasado de la lengua en su presente. Da una imagen agustiniana de la lengua.
. . . . La poesía devuelve un sentido olvidado a las palabras de la tribu.

. . . . —Muy elocuente se nos pone usted, así de repente.



Jacques Roubaud
Poesía, etcétera: puesta a punto
Traducción: José Luis del Castillo Jiménez
Hiperión, 1999.

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