jueves, abril 14, 2016

Cinco poemas de Gary Snyder


Para Lew Welch durante una nevada

Nieva en marzo;
sentado entre el blanco fulgor leo una tesis
sobre ti: tus poemas, tu vida.

El autor es mi estudiante,
e incluso me cita.

Cuarenta años desde que bromeamos
en una cocina de Portland,
veinte desde que desapareciste.

Todos esos años y sus instantes,
panceta friéndose, portazos de un coche,
poemas probados con los amigos
serán un archivo más,
otro borroso texto.

Pero la vida continúa en la cocina
donde aún guisamos y reímos
viendo nevar.

III, 91, Kitkitdizee




En el Hostal del Río Blanco en el Yukón

Para Gary Holthaus

En el Hostal del Río Blanco     en el Yukón
suena una campana     en medio de la noche
un coche solitario     por la autopista de Alaska
que espera repostar     en el hostal cerrado.

Para el viajero dormido     en un pequeño cuarto
el tañido de la campana     es un templo en el Japón,
en sueños me visto     con hábito y sandalias
recitando sutras     en la fría sala búdica.

Diez mil millas de taiga     de abeto blanco;
el maestro hostelero     despierta a la campana
y se adentra en la noche     de hielo y estrellas,
para vender gasolina al coche.




Laurel de California

El botánico nos dijo:
"Junto a la sierra de Davis, entre repuestos de hogar y fontanería, crece un laurel griego. No huele mucho, pero es el que usaban los poetas. Ahora bien, el laurel de California no es un laurel; puede ahuyentar los insectos y dar sabor a una salsa, y te despeja a fondo la nariz si lo inhalas con una profunda respiración..."

          Hojas estrujadas, el olor
          me recuerda a Annie, junto el río Big Sur
          acampaba bajo los laureles, un verano entero
          comiendo arroz integral, desnuda, haciendo yoga
          su canto, su profunda respiración.




La cama en el cielo

La moto repiquetea     por las calles desiertas
camino de casa a la una de la mañana
        placas de hielo brillan bajo la luna
                      las sorteo por un paso seguro

La luz aterida y desnuda se vierte
llenando la cuenca sobre Kioto
        y la llanura
                      un vago ensueño glaciar

Desde aquí ciento cincuenta kilómetros limpios
el cementerio detrás
        Namu     Amida     Butsu
                      cincelados diez mil veces

Las ruedas revientan los charcos de barro
las colinas al norte brillan blancas
        debería quedarme fuera     solo
                      a ver la luna la noche entera

Pero la cama está llena tendida oscura
te abrazo y me hundo en el calor
        mi estómago contra tu vientre

                      siente moverse a nuestro bebé




La madre osa

Se oculta el rostro
                 para hablar de comer salmón
          bromea conmigo
                 "Qué sabrás tú de mis modos"
          y me besa a través de la montaña.

A través y bajo capas,
                 pliegues y barrancos;
          la boca llena de arándanos,
                 compartimos.





Gary Snyder
La mente salvaje (Nueva antología)
Traducción: Nacho Fernández Rocafort, Miguel Ángel Bernat,
José Luis Regojo y John Good.
Árdora, 2016.

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